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El gualicho

                                                                             El gualicho   Me acuerdo de verla caminar por el campo, con el viento. Los árboles se iban sumando a su estela, como si a cada paso un pulmón invisible se armara de nubes y yuyos para levitar encima de su cabeza, para hacerla flotar sobre las crines plateadas de los pastos grises cacheteados por el viento. Yo recuerdo. Recuerdo la forma nerviosa que tiene el helecho de enervar sus hojas, obsesiva, precisa. La flor amarilla y chiquita, apretado tesoro de la mano mojada, apenas niña. El soplo que explota en deseo, los fuegos de artificio de una flor de cien filamentos, desquiciada por esparcir sus semillas. Arañas mascotas de los quinchos altos, que no penan esquinas o techos. Palit...

El asceta

                                                                             Asceta   Algunas piedras frías transitan mi nombre. No molestan, tienen el olor del alivio. A veces me consuela una frase que me revienta las retinas por cinco segundos. Luego entiendo su futilidad y la desintegro en el aire que entra y sale de mi pecho en forma rítmica y profunda.  A mi alrededor sólo hay viento. No sé cuánto hace que estoy acá porque hace mucho pude eliminar los números. Pensé que iba a ser de las últimas cosas pero fueron el principio. Más tiempo llevaron los adornos o adjetivos. Aunque una vez desintegrados, el resto de palabras brillaron con una óptica infinita. Pero no hay que engañarse, no son más que cadáveres vacíos de sentido, apenas moneda de cambi...

El oasis

  OASIS Cuando explotó el primer cerro chato, todavía quedaban escuelas y un poco de tejido burocrático. Ella recordaba perfectamente la explicación de la maestra, aunque no la había entendido. Pero recordaba la alegría y la esperanza con que le brillaban los ojos. Era agua lo que salía del cerro. Agua deshilachada en una gran cortina de humo blanco como homenaje de paz. Esas rocas duras y porfiadas que habían sostenido por años praderas fértiles y penillanuras onduladas y que habían evitado siempre los movimientos de tierras, ya no lo hacían. Es curioso cómo nos aferramos a lo eterno, a tener palabras y certezas infinitas en un mundo definido por no serlo. Siempre fue siempre sólo hasta que empezaron los eventos porque entonces ya nada fue predecible. Los oasis se instalaron poco después.  Los expertos afirmaban que había que cuidarlos como oro pero en realidad había que cuidarlos como agua. Que el agua que emanaban era parte de un afluente subterráneo del mismísimo acuífero ...

Silencio

  "Silencio"  Entre la primera letra, mayúscula, y el punto, final, hubo un largo enunciado lleno de comas, alegrías y tristezas No se puede vivir atormentado, decían los que esquivaban los días y también las noches. Sin ningún signo propio de luz o moral ajena habían condenado la humanidad a la Alegría, a la macabra obligación de la alegría, de la sonrisa sin gracia, del chiste de bolsillo. Era verano afuera y el aire olía dulce a jugo y a azahar. Había en la cortina negra de la noche, apenas una o dos luciérnagas derrochando vida o estupidez. Fue en ese momento que escuchó esa cadencia por primera vez, a lo lejos, casi como una quimera. La música espontánea no era posible ni comprendida. Las canciones y melodías se abultaban en catálogos absurdos de códigos de cercanías y derechos. Música de significado, le decían, a ese estamento mecánico de clings y clangs devenidos en imágenes literales en la retina. Habían empezado de a poco, con mensajes subliminales de proyección lite...

"Cuerpo Extraño Olvidado" publicado en la antología "Al filo de la cordura" (Alas de Cuervo ed.) Fragmento

 Al principio me costó un poco entender lo que pasaba porque por esa misma época habían llegado el sillón y las hormigas y eso me afectó mucho.  Al sillón lo habíamos comprado de oferta en la mueblería, no solo tenía tres cuerpos, sino que tenía uno de esos cubos donde poner los pies.  Siempre había querido uno así, fue maravilloso, de repente teníamos un hogar.  Pero a la segunda noche empezamos a ver algunas líneas intermitentes y móviles reptando por la pared blanca. Al cuarto día fueron gusanos, subían hasta el techo y después nunca los encontraba, no sabía si se habían ido por la ventana o los agujeritos del enchufe y yo estaba de un mal humor sostenido desde que se había llenado la casa de indeseables.  Cada vez que me recostaba, intentando una postura de descanso, respirando olor a Flit y con los nervios crispados, sentía que me reptaban hormigas por el pelo y gusanos en el oído.  No era yo.  Tal vez por eso iba sin mirar y me caí en el fondo, m...