El gualicho
El gualicho Me acuerdo de verla caminar por el campo, con el viento. Los árboles se iban sumando a su estela, como si a cada paso un pulmón invisible se armara de nubes y yuyos para levitar encima de su cabeza, para hacerla flotar sobre las crines plateadas de los pastos grises cacheteados por el viento. Yo recuerdo. Recuerdo la forma nerviosa que tiene el helecho de enervar sus hojas, obsesiva, precisa. La flor amarilla y chiquita, apretado tesoro de la mano mojada, apenas niña. El soplo que explota en deseo, los fuegos de artificio de una flor de cien filamentos, desquiciada por esparcir sus semillas. Arañas mascotas de los quinchos altos, que no penan esquinas o techos. Palit...