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Hilos 10: El asceta

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Algunas piedras frías transitan mi nombre. No molestan, tienen el olor del alivio. A veces me consuela una frase que me revienta las retinas por cinco segundos. Luego entiendo su futilidad y la desintegro en el aire que entra y sale de mi pecho en forma rítmica y profunda.  A mi alrededor sólo hay viento. No sé cuánto hace que estoy acá porque hace mucho pude eliminar los números. Pensé que iba a ser de las últimas cosas pero fueron el principio. Más tiempo llevaron los adornos o adjetivos. Aunque una vez desintegrados, el resto de palabras brillaron con una óptica infinita. Pero no hay que engañarse, no son más que cadáveres vacíos de sentido, apenas moneda de cambio para entenderme con los que antes eran los míos. Muchos dirán que en realidad, nunca podré eliminarlas, que siempre estarán acechándome en la sombra de una sinapsis torcida, de un recuerdo dormido de una siesta de niño. Puede ser, pero mi misión es probar, mi misión es tratar de librarme de esos dispositivos contamina...

"sentir" Hilos. 9

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Sentir no era fácil. Había que estar preparada para el abismo, para saltar en llantos y escalar ahogos hasta expandirse en la brisa y en la risa. Tal vez por eso muchos intentaban no hacerlo, anestesiados con prisas. Se subían a un carrusel de luces y algarabías que se cobraban agujeros de carne en falanges o extremos.  Pero igual seguían, intentando no evitar el dolor  de respirar en un mundo de oscuridad impune. Durante años juntaron cadáveres por las calles mientras perfeccionaban las drogas correctas y seguras. La miseria se apoderó del paisaje hasta desafiar los cimientos morales de los que visionábamos tanta astringencia de vidas sin removernos del sofá. Y nos sentimos incómodos, incluso. Siempre confiando en el sinfín continuo, en el movimiento perpetuo nunca contrastado, en la quimera del progreso infinito. Pero lo consiguieron, nos lo demostraron. Gracias a la incesante reposición de sujetos de estudio de las zonas sin luz y montañas de dinero inyectados en la investi...

Cartas al aire: algo así

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Tuve un momento breve de felicidad cuando una idea me derivó en un cuento por ser. En mi obsesión con el campo y con el río, yo quería escribir sobre una bajante inmensa y las cosas impensadas que podían pasar si se llegaba a poder pasar caminando a la otra orilla. Me fui a dormir tranquila, serena, feliz, casi regodeándome, victoriosa. Qué verguenza. Al otro día amanecí temprano, como siempre, porque el dolor me había despegado el hombro del cuerpo y hacía que el brazo se moviera raro. Ya empezaba a arder de descargas eléctricas en el quicio. Quién podría romantizar lo de Frida, pienso, mientras viene el relámpago fulminante de la soberbia a atacarme, a devolverme a un plano místico de balanceada insuficiencia, a días de respirar a conciencia para funcionar con medida.  Es casi en el suelo  donde el arte te alcanza, siempre, cuando apenas se roza la luz de otros, allá abajo, ilusos los que lo buscan en la gloria o el ego de las masas. Hay quien dirá que esto no es más que un ...

FINGIR DEMENCIA (Newsletter publicada en el Podcast "Recordarte", cuando formaba parte de ese proyecto).

"Mamá pará el viento", me dijo el otro día mi hija de casi cuatro. Yo la miré con una sonrisa que era más de terror que de calma.   "No puedo", le dije. Ella me miró entre incrédula y molesta. Y descubrió otro límite que todavía no entiende, una frontera ciega que todavía no puede alumbrar el pensamiento o la memoria pero reconoce inquietante.   Hace unas semanas se murió una de nuestras mascotas, Ramona. Sí, lo sé. Con su papá le explicamos de manera torpe y honesta lo que pensamos que es la muerte para nosotros. Nada la conformó, aunque decretó que no quería hacer más preguntas. Entonces vinieron a verla tíos, primas, abuelas y amigos. Y a cada persona le preguntaba si sabía que se había muerto Ramona para chequear las versiones que le daban entre ellas y ver si coincidían. La investigación todavía sigue abierta en el paso de los días.   Es el tiempo del reposo, de la escucha, del adentro.   Necesitamos las pausas. Esos tiempos de estremecerse y hacerse humana. Es...

REDES

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(Ilustración Martín Coccolo) No fueron las abejas, como todo el mundo esperaba, las grandes protagonistas del descalabro global ni e l efecto mariposa ,  de cansinos instantes finales. De lejos se veían como capullos gigantes incubando quién sabe qué criatura cambiante, pero eran sólo casas viejas. Ya más de cerca se apreciaban las pequeñas figuras finas negras de ocho patas saltando incansablemente para cubrir toda la superficie, desde el techo a los zócalos. Era raro ver las taperas forradas como pupas de mariposa queriendo volver para vivir una vida distinta ,  en el medio de las llanuras polvorientas. Los expertos no se explicaban que pudieran haber sobrevivido tantas fuera de la costa, pero ahí estaban, salían de las cuevas rotas , esas  grietas profundas que se habían formado después de años de sequías y bombas de calor. Lograron identificar el tipo de especie autóctona,   araña lobo, le decían porque a diferencia de sus pares ,  no tejía ni esperaba , ...

Agua y Arena

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Ilustración Martín Cóccolo   Hay un mundo viejo donde yo no existo , c on paredes y pisos y puertas. Hace mucho que no voy, pero sé que no existo. Ya la ciudad más grande había sucumbido al mar ,  hecha un infierno de mugre y casas rotas. Lo que antes era una fortaleza en un morro viejo, ahora era el único faro guía para adentrarse en sus aguas. Más allá de los bañados con sus juncos llenos de ratas, poco quedaba a la deriva. Fue distracción, nomás. Apenas eso. Siempre estábamos más allá, errantes, buscando no sentirnos. El agua no subió sola de un día para el otro, por el contrario, lo fue haciendo sigilosa y constante, como su ejército de gotas. Pero estábamos distraídos. Hablábamos de las vistas propias o ajenas, y de lo último que se había oído en lo alto del algoritmo. Pequeñas chispas lúcidas que ardían en lo efímero. Los que escapamos últimos no fuimos heroicos, sino cínicos. Ya las tomas de las Sierras habían pasado hacía mucho y los pocos lugares altos ,  estaban...

Hilos 8. Comiendo vidas enero 03, 2024

  Comiendo vidas     Miro por la ventana pero no hay nubes aunque s í  gotas. Veo el amarillo inexorable y polvoriento de la tierra tachonarse de lunares mojados y sucios.     Las ú nicas hojas verdes son vestigios de cardos o cerrajas con sus flores violentando el desierto.   Plantas a nó nimas y resistentes, generosas en regalar alimento, antes malditas sin nombre por ser nativas , d esintegradas en el olvido com ú n de los yuyos. As í  les dec í an los antiguos. Plantas que alimentaron las vidas que ahora me alimentan.   Legiones de ojos miraron antes de m í  este r í o, ahora seco. Montones, miles, apenas brillos. L uego se hicieron fuego y cenizas para pegarse a los cantos de las piedras, a ra í ces a ñ ejas de coronillas y sauces, al clamor rebelde del ceibo en el agua . Y puedo sentir la paz de los montes hist ó ricos que serv í an de refugio en las carreras de ni ñ os, de risas chapoteando entre el calor y los juncos.   Todo...