Cartas al aire: algo así
Tuve un momento breve de felicidad cuando una idea me derivó en un cuento por ser.
En mi obsesión con el campo y con el río, yo quería escribir sobre una bajante inmensa y las cosas impensadas que podían pasar si se llegaba a poder pasar caminando a la otra orilla.
Me fui a dormir tranquila, serena, feliz, casi regodeándome, victoriosa. Qué verguenza.
Al otro día amanecí temprano, como siempre, porque el dolor me había despegado el hombro del cuerpo y hacía que el brazo se moviera raro. Ya empezaba a arder de descargas eléctricas en el quicio.
Quién podría romantizar lo de Frida, pienso, mientras viene el relámpago fulminante de la soberbia a atacarme, a devolverme a un plano místico de balanceada insuficiencia, a días de respirar a conciencia para funcionar con medida.
Es casi en el suelo donde el arte te alcanza, siempre, cuando apenas se roza la luz de otros, allá abajo, ilusos los que lo buscan en la gloria o el ego de las masas.
Hay quien dirá que esto no es más que un argumento del fracaso o una consmisceración de la impotencia, y sí, es su derecho, pero lo discutiré más tarde, cuando no me duela.
Hoy quiero pensar que sí es mi escuela, que puede acompañarme, ser mi bálsamo.
Sólo quiero decir que fue en ese momento, en que me dí cuenta que ese proto cuento ya había sido escrito, nada más y nada menos que por Rodolfo Walsh, sí, su último cuento, el cuento inédito: Juan se iba para el Río.
Yo acá les dejó la página de la Esma para que visiten el horror de la fuente primaria y no traficar con causas que ya bastante con las modernas, vio.
Yo sólo quiero decirles que los celos enormes que Rodolfo me generó ayer, muerto y todo, desaparecido y todo, los celos que me dio también su cuento desaparecido, lleno de magia y horror, directo a los umbrales del misterio, sólo son comparables al dolor de sentir esa pérdida, la dimensión enorme de esa pérdida.
De esa mente y el bien que podría haber hecho, sin exagerar, dado el enorme espacio que ocupa una ausencia.
Imagínense un conjunto de ausencias.
Un conjunto tan grande que merezca la oportunidad de ser señalado y resarcido, no como meras decenas o individuos, sino como LA AUSENCIA. Porque hay MUERTES y muertes, como hay VIDAS y vidas. Basta con ver las noticias.
Entonces me doy cuenta que he sido un poco dura conmigo misma, al fin y al cabo, era evidente que ya había leído esa historia y la había olvidado, también era evidente que la historia me atravesaba cada vez que la conocía, es imposible no mentirle al olvido.
Me atravesaba tanto como para pensar que esa idea había anidado en mí al igual que antes lo había hecho en Rodolfo, qué ilusa.
Y entonces otra trampa de la memoria se abrió en un crack brillante escuchando la voz pausada hablando de “Pierre Menard, autor del Quijote”.
Borges, ese ludópata, se dio el gusto de jugar de nuevo para hablarte con toda la naturalidad del mundo y sin afección, de un escritor que se sienta y escribe, palabra por palabra, el mismo libro que Cervantes.
Creí haber entendido ese cuento de Borges, desmembrado como por una katana sin funda, hace más de veinte años pero me vengo a desayunar hoy que no.
Que no lo había entendido y que yo, en realidad, no le estaba copiando a Rodolfo Walsh de una manera inconsciente (debido a la simpática cualidad de no recordar algunos hechos de mi vida), sino que había accedido a un accidente hermoso de una mística singular.
Repetición, le dirán algunos, yo prefiero llamarle arte.
Plagio? No, eso sólo las máquinas y los burócratas.
El resto fagocitamos arduamente visiones propias y ajenas, pedacitos de colores, joyas que alguna vez fueron hermosas, pinceladas de rabia o palabras que buscarán siempre el amor para fabricar o recolectar la belleza que restaure lo bueno.
Por cierto, no voy a escribir el cuento después de saber que él ya lo había hecho, no sólo por respeto, debo ser honesta, saber que ese cuento me llama para ser escrito siempre será mi sorpresa de coincidencia, mi placer culposo.
Y entonces dónde está el arte, dónde está la cosa, la obra, el producto, si no se hace nada con eso.
Justamente en eso, no hay significante, ni límites o cosas, que puedan albergar ese significado.
Alguna vez verás alguna cosa escrita luego por mí y te hará acordar este momento, estaremos unidos en ese hecho, ese recuerdo bello.
Como el amor, lo que te sigue y se te queda, aquello de lo que no podemos huir, sólo puede sentirse bien adentro.
http://www.museositioesma.gob.ar/


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